A Israel le gustaría forjar una alianza militar con las monarquías árabes del Golfo como parte de su estrategia para frenar la proyección de poder de Irán en la región. Sin embargo, para las capitales del Golfo, las ambiciones israelíes arriesgan demasiado y ofrecen muy poco.
Para contener lo que percibe como una amenaza iraní, Israel está buscando una mayor cooperación militar con los estados árabes del Golfo, e incluso habla de una “OTAN de Oriente Medio”. Pero estas conversaciones parecen, en el mejor de los casos, prematuras.
No hay que confundir el afán de Israel. Lleva tiempo desarrollando relaciones bilaterales de seguridad por debajo de la mesa con Bahréin, Omán, Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU), con la esperanza de establecer una alianza de defensa explícitamente antiiraní. Ha dado la voz de alarma en repetidas ocasiones sobre la creciente influencia de Irán en Oriente Medio, así como sobre su colaboración con actores armados no estatales como Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen y los paramilitares de la Movilización Popular en Irak. Le preocupa aún más el programa nuclear de Irán, y lo seguirá haciendo independientemente de que los negociadores estadounidenses e iraníes consigan reactivar el acuerdo de 2015 que limita la actividad nuclear. Si se restablece el acuerdo y se levantan las sanciones, Israel teme que Teherán acceda a nuevos e importantes fondos para seguir proyectando su poder en la región. Si el acuerdo se desmorona, aumentará la posibilidad de que Irán adquiera una bomba nuclear, lo que sacudiría el equilibrio militar en la región y fuera de ella. En la actualidad, las capacidades nucleares de Israel, que nunca ha reconocido públicamente, lo convierten en el único Estado con armas nucleares de Oriente Medio.
Sí, los lazos entre Israel y los Estados del Golfo son cada vez más fuertes. EAU y Bahréin han normalizado rápidamente sus relaciones con Israel desde la firma de los Acuerdos de Abraham, que allanaron el camino hacia las relaciones diplomáticas plenas, en 2020. El ex primer ministro de Israel, Naftali Bennett, visitó Bahréin en febrero y EAU en junio; Israel concluyó su primer acuerdo de libre comercio con un país árabe con EAU en mayo (y ha iniciado conversaciones de libre comercio con Bahréin); y los turistas han estado viajando en ambas direcciones. Israel acordó vender un sistema de defensa aérea a EAU y aviones no tripulados y sistemas antidrones a Bahréin. Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Bahréin también ha confirmado que el Mossad de Israel está “presente” en el reino, dedicado a la cooperación en materia de inteligencia.
Pero hay límites. Abu Dhabi y Manama comparten la opinión de otras capitales del Golfo de que una alianza militar con Israel contra Teherán conllevaría un riesgo demasiado grande de provocar una guerra con Irán, con beneficios limitados. De ahí que se distancien expresamente de cualquier cosa que los ponga en conflicto con Irán. Es probable que sigan en esta línea, tanto si las conversaciones sobre el acuerdo nuclear tienen éxito como si fracasan.
El impulso de Israel a la cooperación militar regional
Una alianza militar con los Estados árabes del Golfo es el tercer pilar de la estrategia de Israel para contrarrestar la proyección de poder de Irán en Oriente Medio. El primer pilar es el desarrollo de una opción militar creíble para asestar un golpe mortal al programa nuclear iraní; en coordinación con Estados Unidos, Israel está presionando para reforzar este pilar, ya que, hasta la fecha, la administración Biden ha dejado claro que EEUU solo utilizará la fuerza como último recurso. El segundo comprende los esfuerzos para socavar los programas nucleares y de misiles balísticos de Teherán, incluso mediante la presión económica internacional concertada y los ataques encubiertos y cibernéticos israelíes contra instalaciones iraníes, así como los asesinatos de personal clave iraní.
En cuanto al tercer pilar, los funcionarios israelíes consideran que tiene múltiples objetivos. Al persuadir a los países árabes del Golfo para que formen una alianza militar, Israel trataría principalmente de establecer un sistema colectivo de defensa aérea, aprovechando las capacidades militares conjuntas de los aliados, y proporcionando tres beneficios específicos. En el plano estrictamente militar, obtendría acceso a los sensores situados en los países del Golfo, lo que permitiría a los mandos israelíes disponer de más tiempo para responder a cualquier ataque iraní. En segundo lugar, la formación de una alianza reforzaría la noción de que las opciones militares de Israel se multiplican, fortaleciendo su postura de disuasión. En palabras de un funcionario de seguridad israelí, “Irán necesita ver que Israel y sus aliados regionales se acercan a sus fronteras, para vernos más unidos, incluso con Occidente. La cooperación militar regional nos ayudará a ello”. Por último, la alianza aumentaría la coalición política que respalda la doctrina de aislar a Irán, no sólo a nivel mundial sino ahora también dentro del propio Oriente Medio.
«Israel ve el beneficio de anunciar que ya está surgiendo una alianza [militar con los estados árabes del Golfo] y de proyectar expectativas más allá de lo que actualmente parece realista»
De hecho, Israel considera beneficioso anunciar que dicha alianza ya está surgiendo y proyectar expectativas más allá de lo que actualmente parece realista. Los funcionarios israelíes aprovecharon la visita de Biden en julio para proclamar, en declaraciones amplificadas por los medios de comunicación locales, que los Estados árabes del Golfo comenzarían en breve a construir el sistema de defensa aérea conjunto. Los funcionarios parecen creer que la publicidad ayuda a Israel a tomar prestado uno de los beneficios previstos de la alianza, al sugerir que Israel está acumulando opciones para contrarrestar a Irán. La política interna parece haber añadido impulso a este enfoque. Con las elecciones que se celebrarán en noviembre, el primer ministro en funciones Yair Lapid, al que la oposición ha tachado de incompetente en materia de defensa y seguridad, quiere presentarse como capaz en ese ámbito. Tiene aún más razones para hacer hincapié en la perspectiva de la cooperación militar regional porque uno de sus principales rivales, Benjamin Netanyahu, no pudo cerrar un acuerdo de este tipo mientras fue primer ministro de 2009 a 2021.
A pesar de las grandes expectativas creadas por sus anfitriones, Biden no hizo ningún anuncio concreto sobre la alianza durante su estancia en Israel en julio, y la idea recibió una acogida aún más fría por parte de los funcionarios de los Estados árabes del Golfo. Al margen del posterior viaje de Biden a Arabia Saudí, Anwar Gargash, asesor diplomático del líder de EAU, dijo: “Estamos abiertos a la cooperación, pero no a la cooperación dirigida a cualquier otro país de la región y menciono específicamente a Irán”. En un conferencia de prensa, el ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan Al Saud, también rechazó la idea de una “OTAN árabe” y dijo que Arabia Saudí no participaba en ninguna deliberación sobre dicha alianza. Añadió más tarde que el reino había tendido la mano a Irán y que las conversaciones mantenidas hasta la fecha eran positivas, aunque todavía no habían dado resultados. En consonancia con las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, un alto funcionario de Riad descartó en privado la idea de una alianza en Oriente Medio que reuniera a Israel y a los Estados árabes del Golfo, subrayando en cambio la importancia de mantener abiertos los canales con Irán.
¿Un nuevo enfoque de Irán?

Arabia Saudí y EAU, que tradicionalmente han adoptado posturas más duras con respecto a Irán que sus vecinos del Golfo, son los dos Estados que han modificado más notablemente su enfoque hacia Teherán. Las posturas emiratí y saudí sobre la propuesta de Israel reflejan una reorientación política que se ha producido en la última década, ya que Riad y Abu Dhabi consideran cada vez más que EEUU, su tradicional garante de seguridad, no es fiable. En parte, esta reorientación se debe al declive del poder de Washington en relación con actores emergentes como China. También refleja las conclusiones extraídas durante el mandato del presidente Donald Trump sobre lo que EEUU haría y no haría por las monarquías del Golfo. La campaña de “máxima presión” de Trump, destinada a doblegar a Irán mediante la coerción económica y, en ocasiones, la presión militar, aumentó las tensiones en la región al mismo tiempo que EEUU dejaba clara su reticencia a salir en defensa de sus socios del Golfo en el plano militar. En consecuencia, los Estados del Golfo desarrollaron una mayor sensación de vulnerabilidad a las represalias en caso de que Irán fuera atacado por EEUU o Israel. Lo más preocupante para Riad y Abu Dhabi fue la tibia respuesta de la administración Trump cuando grupos, probablemente vinculados a Irán, atacaron las instalaciones petroleras de Saudi Aramco, así como buques comerciales en las vías navegables del Golfo en 2019. Asimismo, los Estados del Golfo se alarmaron después de que EEUU lanzara un ataque que mató al general de división Qassem Soleimani, el líder de la Fuerza Qods del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, con aparente desprecio por la forma en que Teherán podría tomar represalias en el Golfo. Más recientemente, EAU se indignó cuando la administración Biden prácticamente ignoró los ataques de drones hutíes contra Abu Dhabi en enero de 2022.
EAU y Arabia Saudí llegaron a la conclusión de que tenían que encontrar formas de garantizar mejor su propia seguridad. Aunque siguen percibiendo a Irán como una amenaza, y siguen participando selectivamente en acciones militares –principalmente a través de apoderados– para hacer retroceder a los grupos alineados con Irán en zonas de conflicto como Yemen, han decidido añadir el compromiso diplomático a su caja de herramientas. (Han hecho lo mismo con otros competidores regionales, como Turquía). Como dijo un alto funcionario de Riad, “no se hace la diplomacia solo con los amigos”.
Tras los atentados a buques de mediados de 2019, el príncipe heredero de EAU, Mohammed bin Zayed, que desde entonces gobierna su país, ha enviado a varios altos oficiales de seguridad, incluyendo finalmente su hermano y al asesor de seguridad nacional, el jeque Tahnoun bin Zayed, en octubre de 2019, a Teherán para mantener conversaciones para discutir la seguridad marítima y ayudar a calmar las tensiones. Los dos países ampliaron su diálogo a principios de 2021, culminando con varias visitas de alto nivel de funcionarios emiratíes, incluida otra visita del jeque Tahnoun a Irán a finales de ese año. En agosto de 2022, EAU anunció el pleno restablecimiento de sus vínculos con Irán, nombrando a un embajador en Teherán por primera vez en seis años.
Paralelamente, los dirigentes saudíes habían puesto en marcha su propia iniciativa el mes de abril anterior, enviando a su jefe de inteligencia a reunirse con una delegación iraní en Bagdad, la capital iraquí. Hasta la fecha, los funcionarios de inteligencia y seguridad saudíes e iraníes se han reunido en cinco ocasiones para mantener conversaciones, la última de ellas en abril de 2022, centradas en los problemas de seguridad regionales, incluida la guerra en Yemen.
«Mientras los líderes de los países árabes del Golfo intentan calmar las cosas con Irán, no consideran que unirse a una alianza militar antiiraní con Israel esté en consonancia con sus intereses»
Mientras los líderes de los países árabes del Golfo intentan calmar las cosas con Irán, no consideran que unirse a una alianza militar antiiraní con Israel esté en consonancia con sus intereses; de hecho, les preocupa que pueda perjudicarles gravemente. Les preocupa especialmente que lo que consideran un enfoque de confrontación de Israel hacia Irán invite a represalias iraníes en las que ellos podrían convertirse en víctimas colaterales. Un funcionario saudí subrayó que “Arabia Saudí no quiere una guerra ni una confrontación con Irán. Absolutamente no. Y lo último que queremos es quedar atrapados en medio de una guerra entre Israel e Irán”. Por su parte, Teherán ha dejado claro que, aunque tolerará que los Estados árabes del Golfo normalicen sus relaciones con Israel, actuará militarmente si permiten que Israel utilice su territorio para operaciones militares o de inteligencia dirigidas a Irán.
También hay consideraciones políticas internas. Los gobiernos de los países árabes del Golfo podrían enfrentarse a una reacción interna si se acercaran demasiado a Israel con demasiada rapidez. El apoyo de la opinión pública al estrechamiento de los lazos con Israel es escaso o inexistente, según las recientes encuestas realizadas por el Washington Institute for Near East Policy. El apoyo popular a la creación de un Estado palestino sigue siendo elevado en los países árabes, incluidos los del Golfo. Pero aunque la cuestión palestina ya no sea el principal obstáculo para la normalización de las relaciones con Israel entre los dirigentes de los países del Golfo –que se preocupan más por las repercusiones de la normalización en las tensiones con Irán que por el efecto que pueda tener en la opinión pública–, estos dirigentes tampoco pueden descartarla por completo.
En este contexto, el enfoque preferido por EAU es equilibrar sus relaciones con Irán e Israel. Así, Abu Dhabi establecerá lazos económicos, tecnológicos y de seguridad, sin llegar a una alianza militar con Israel, al tiempo que reforzará la cooperación económica con Irán. En el último año fiscal iraní (que finaliza el 31 de marzo), Emiratos ha sustituido a China como el principal exportador de productos manufacturados a Irán, suministrando el 68% de sus importaciones no petroleras. Este enfoque parece estar funcionando hasta ahora, pero como demostró el disparo de misiles hutíes contra Abu Dhabi en enero, EAU siguen siendo vulnerables a los ataques desde el rincón de la región alineado con Irán.
Arabia Saudí también está tratando de equilibrar sus vínculos informales de seguridad y económicos con Israel con los esfuerzos de diálogo con Irán. Cuando se le preguntó por la normalización de las relaciones con Israel durante la visita de Biden en julio, Adel al-Jubeir, ministro de Estado saudí para las Relaciones Exteriores, lo vinculó a la resolución de la cuestión palestina, citando la Iniciativa de Paz Árabe que Riad patrocinó en 2002. En esta iniciativa, los países árabes firmantes ofrecían la normalización con Israel a cambio de la retirada israelí de los territorios ocupados en 1967, una “solución justa” para los palestinos convertidos en refugiados en 1948 y el establecimiento de un Estado palestino con su capital en Jerusalén Este. El ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan, también rechazó las preguntas sobre el avance hacia la normalización durante la visita de Biden. Se dice que el rey Salman se opone a la normalización. Sin embargo, en marzo, su hijo, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, que ahora es primer ministro, adoptó una línea algo más suave, dicéndole a un periodista: “Vemos a Israel como un aliado potencial, pero antes debe resolver sus problemas con los palestinos”. La silenciosa cooperación en materia de seguridad entre Arabia Saudí e Israel se lleva a cabo desde hace décadas. Es probable que continúe siendo discreta por ahora. Mientras tanto, Riad seguirá hablando con Teherán sobre cómo bajar la temperatura en el Golfo.
Geopolítica del Golfo Pérsico (Vídeo)
Madrid, a 7 de octubre de 2022
Sergio Farras, Administrador principal de sector9
