MADRID, A 19 DE SEPTIEMBRE 2023 POR: SERGIO FARRAS, ADMINISTRADOR PRINCIPAL
Francisco Paesa ha muerto, pero esta vez de verdad. El que fue colaborador del Ministerio del Interior en los años de Felipe González, espía, testaferro y pieza clave en la operación simulada para la detención del prófugo Luis Roldán falleció en las afueras de París el pasado 3 de mayo, a los 87 años. Contrariamente a su anterior muerte, publicitada siendo falsa, su deceso real se produjo en el más absoluto de los secretos.
En 1995, una esquela publicada en la prensa por su hermana, tras la que se celebraron varias misas por el eterno descanso de su alma, fingió el óbito para tratar de cerrar la historia del Hombre de las mil caras. La película de ese nombre trataría más tarde (en 2016) de llevar a las pantallas las peripecias de un personaje cuya vida había superado de largo a la ficción desde que su rostro apareció por primera vez en las revistas del colorín como presunto novio de Dewi Sukarno, la ex mujer del dictador indonesio.

Francisco Paesa en una fotografía de archivo.
Muere, esta vez de verdad, Francisco Paesa, ‘El Hombre de las Mil Caras’: tenía 87 años
En 1995, su hermana publicó una esquela del espía, que acababa de entregar a Roldán en una operación rocambolesca. En 2004 se le encontró con vida.
Ahora podemos decir, certificado oficialmente, que falleció hace cinco meses en el suburbio parisino de Bois-Colombes, una ciudad dormitorio al norte de la capital de Francia de algo menos de 30.000 habitantes. Así lo desveló este la agencia Efe. Nacido en 1936, Francisco Paesa es el prototipo del espía de los años setenta, aunque él se mantuvo en activo hasta cuarenta años después. Cada una de sus caras es diferente a la otra; a veces, hasta antagónicas. Así es Paesa, el rostro de la imprevisión y de la improvisación. Un camaleón que ha pisado el fango de las cloacas del poder en multitud de ocasiones.¿Era un espía? ¿Un banquero? ¿Un «playboy»? ¿O un vendedor de armas?
Sobre Francisco Paesa «Paco» realmente pocos datos fiables. Ni siquiera es seguro su nombre (¿Alberto Seoane o Paesa Abad?); ni tampoco sí está vivo o muerto. Este antiguo agente de los servicios secretos españoles desarrolló su carrera profesional en la época más farragosa de Felipe González y se ocupó de algunos de los asuntos en los que nadie quería mancharse las manos. El tiempo le convirtió en un PRESTIGITADOR del poder, tan capaz de lidiar con dictadores como de engañar a corruptos y terroristas como hemos dicho antes.
Antes de espía había sido banquero y había trabajado para el dictador guineano Macías en el Banco Nacional de Guinea. Su asociación con el dictador terminó cuando Macías le acusó de intentar robarle. Y algo de cierto debía haber en aquellas acusaciones porque, nada más trasladarse a Suiza, compró el Commerce Bank por un millón de francos suizos, sin que quedara clara la procedencia del dinero.
«El hombre de las mil caras»
En cualquier caso, su carrera como banquero estuvo en todo momento manchada por acusaciones de estafa, fraude y falsificación, así como por sus estrechos vínculos con paraísos fiscales. Tras zambullirse en las cloacas financieras de Europa, la Interpol le detuvo en Bélgica, en octubre de 1976. Para entonces estaba considerado todo un «playboy» debido a su romance con Dewi Sukarno, viuda del ex presidente de Indonesia. Al salir de la cárcel se vinculó con el tráfico de armas y, junto al francés Georges Starckmann, trataron de vender material bélico al régimen iraní de Jomeini.
La Justicia española e internacional buscaba desesperadamente el modo de derribar al traficante. Lo que tal vez desconocían en ese momento es que «el hombre de las mil caras» trabajaba desde hace años en misiones para los servicios secretos españoles gracias a sus contactos a nivel internacional y a su capacidad para ejercer de diplomático en nombre de exóticos países. De hecho, ser representante de Santo Tomé y Príncipe ante los organismos internacionales con sede en Ginebra le otorgó inmunidad diplomática ante las repetidas acometidas judiciales.
La operación fue posible gracias a que Paesa vendió a la banda terrorista dos misiles SAM-7, en los que se hallaban ocultos localizadores

En los mentideros del Estado, Paesa quedó asociado a la operación Sokoa, llevada a cabo el 5 de noviembre de 1986. La Policía francesa recibió de la española el chivatazo para que acudir a la cooperativa Sokoa, donde halló un enorme zulo de ETA con documentación, listado de pagadores del impuesto revolucionario y un impresionante arsenal de armas. La operación fue posible gracias a que Paesa vendió a la banda terrorista dos misiles SAM-7, en los que se hallaban ocultos localizadores de origen estadounidense.

Pero incluso un hombre escurridizo puede tropezarse en el peor momento. Su vida como banquero y espía le llevó a ser director del Banco Nacional de Guinea, diplomático de Santo Tomé y Príncipe, traficante de armas con ETA, galerista de arte, fundador de bancos, empresario fantasma en Panamá y las islas Vírgenes, e incluso protegido de la Stasi (el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana); le llevó a sobrevivir a todo aquello, pero no al confuso laberinto de los GAL. La investigación periodística terminó salpicando al espía, y sacando a la luz los pocos datos fiables que se tienen de él.
Paesa, el “truhán” que engañó a ETA
‘El hombre de las mil caras’ un estafador que consiguió vender a la banda ETA misiles trucados. El paso de este personaje por Euskadi es una historia que mezcla a la CIA con traficantes de armas, los GAL y la masonería. ¡Ahí es nada!
Francisco Paesa, el ‘fontanero’ del Ministerio de Interior en los mandatos de Felipe González y cuyo nombre aparece en las tramas más siniestras vinculadas con los gobiernos socialistas de los años 80. En Euskadi, Paesa fue clave para asestar a ETA uno de los mayores golpes de toda su historia: la ‘operación Sokoa’, en la que se consiguió vender a la banda dos misiles rusos a los que se habían colocado radiobalizas que permitirían localizarlos y llegar hasta la madre de todos los zulos de la organización. Fue una de las investigaciones más complejas llevadas a cabo en la historia de la lucha antiterrorista y contribuyó a su final, ya que permitió entrar de lleno en sus finanzas. Gran parte de sus inspiradores acabaron años más tarde en la cárcel por sus relaciones con los denominados Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Sólo Paesa se salvó al haber desaparecido en las sombras. Fueron personajes oscuros en tiempos oscuros.
Cuando la ‘operación Sokoa’ estaba en marcha en el otoño de 1986, un helicóptero sobrevolaba de forma periódica la frontera franco-española con dos agentes de la CIA a bordo. Los espías, armados con la tecnología más avanzada para unos años en los que todavía no existían los GPS, controlaban la baliza colocada en el interior de dos misiles antiaéreos que ya estaban en poder de la banda. Los norteamericanos estaban alojados en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo, donde se habían hecho adictos a la Lotería Primitiva y aprendieron a jugar al mus. Su presencia comienza en la calle de Aldapeta, en San Sebastián, donde se habían entregado los dos cohetes capaces de derribar un avión en vuelo. O quizás mucho antes, en un despacho del Ministerio de Interior. Donde Paesa se reunía con sus amigos y agotaba cajetillas de tabaco rubio.
«La idea se le ocurrió a Julián Sancristobal», relató Rafael Vera, entonces secretario de Estado de Seguridad y, en ese momento, uno de los hombres más todopoderosos de España. Con el tiempo sería condenado por su relación con el secuestro de Segundo Marey, en lo que fue la primera acción de los GAL, y por la desaparición de dinero de los fondos reservados. El autor intelectual de la ‘operación Sokoa’, Sancristobal, era un bilbaíno que llegó a ser alcalde de Ermua con el PSOE y que más tarde sería director general de seguridad. También entraría en la cárcel por los mismos delitos que Vera. «Sabíamos que ETA estaba deseando hacerse con unos misiles y a él se le ocurrió la idea de vendérselos con algún tipo de tecnología capaz de rastrearlos y llegar así hasta sus almacenes. Contaron con Paesa porque era muy amigo de los comisarios de la Policía y de algunos guardias civiles», recuerda Vera.
«Un pícaro de categoría»
En ese momento, Paesa era un confidente policial conocido por haber sido novio de Dewi Sukarno, una de las mujeres del que fuera presidente de Indonesia, del que utilizaba el apellido. Paesa y Dewi formaban parte de la jet set y vivían como príncipes destronados. El español había intentado negocios que bordaban la estafa en lugares como la excolonia española de Guinea y su agenda telefónica tenía más nombres de delincuentes europeos que los archivos de la Interpol. «Fueron los policías los que encargaron a Paesa, un pícaro de categoría, que buscase al intermediario que vendía armas a ETA y le ofreciera los misiles. Mi misión fue conseguir las armas y trucarlas», explica Rafael Vera.

En este punto existen varias lagunas que todavía hoy, 30 años después, permanecen ocultas y ni siquiera Rafael Vera desvela del todo. Los misiles se consiguieron en el mercado negro aunque todo apunta a que fueron los servicios secretos israelíes los que facilitaron dos ‘Sam 7’ rusos a España. Luego, tras un acuerdo con el Gobierno estadounidense, fueron enviados a una base de la OTAN en Alemania, donde agentes de la CIA les retiraron la carga explosiva y les colocaron radiobalizas. Paesa se encargaría de mover los misiles, que terminaron en una furgoneta aparcada en la Cuesta de Aldapeta, en la capital donostiarra -no muy lejos de un cuartel de la Policía Nacional- donde serían recogidos por los miembros de ETA. El viaje del armamento hasta allí es incierto -como lo es todo lo vinculado al espionaje- pero puede ser que los misiles hubieran sido entregado en Portugal al traficante de armas que trabajaba para la banda terrorista.
En Gipuzkoa, el cuartel general de la operación se instaló en Intxaurrondo, donde la supervisó Enrique Rodríguez Galindo, el futuro general que en 2000 sería condenado a 71 años de prisión por el secuestro y asesinato de los presuntos miembros de ETA José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. En uno de sus libros de memorias describió a los dos agentes de la CIA y su pasión por el mus, después de que los propios guardias civiles les enseñasen este juego de naipes.

Los dos espías norteamericanos mantuvieron la radiobaliza de los misiles apagada durante 24 horas, en previsión de que ETA revisara los cohetes. Pasado ese tiempo, utilizaron su sistema para que comenzase a emitir. En un principio, la Policía creía que aquellos cohetes iban a ser entregados al ‘comando Madrid’, el grupo más sanguinario de la banda en ese momento y la pesadilla de las fuerzas de seguridad. Pero los microchips revelaron que se había quedado en algún lugar cercano a la frontera. Y no se movían. La batería de aquellos dispositivos sólo funcionaba un mes. Al comprobar que no iban a ser trasladados, desde el Ministerio de Interior se avisó a sus homólogos galos.
Policías franceses sobornados
Los misiles estaban ocultos en la fábrica de muebles ‘Sokoa’, en Hendaya, casi en la orilla del río Bidasoa. En esa tapadera construida por el aparato logístico de la banda se ocultaban todos los datos sobre las finanzas, los arsenales y el funcionamiento interno de los terroristas. Pero eso no se sabía en ese momento. «A la Policía francesa le habíamos ocultado parte de la información porque no nos fiábamos de todos los agentes. Había algunos que podrían tener la tentación de pasar información a la banda, ya que su obsesión política era que el terrorismo no se extendiera a suelo galo. Sólo avisamos cuando ya estábamos seguros de la localización de los misiles», contó en su momento Rafael Vera. (Secretario de Estado para la Seguridad en aquellos tiempos)

Cuando los agentes galos entraron a la fábrica de muebles se encontraron con una pared. Los datos de la Policía española les llevaban al muro de un sótano en el que no había ni un solo elemento delictivo. Fue la insistencia española la que consiguió encontrar el mecanismo de activación de la trampilla que conducía a uno de los mayores zulos de la historia de ETA. Según Vera, para que la información gala llegase cuanto antes a Madrid y se pudiera trabajar con la información sin esperar a la burocracia judicial se había sobornado a algunos funcionarios franceses que les hicieron llegar algunos documentos claves. Además, el Ministerio de Interior contaba con la colaboración de Angel Guerrero, un español con un alto grado en la masonería francesa que tenía acceso a los principales responsables de las instituciones galas y que estaba a sueldo del Gobierno español. «Gracias a los masones pudimos sortear muchos problemas y comenzar a revisar los archivos de ETA. Creo que hasta la tregua se ha continuado obteniendo información de esos documentos», narra el exsecretario de Estado de Seguridad.


Rafael Vera ya publicó el libro ‘Operación Sokoa’, prologado por Alfonso Guerra, en el que relataba los pormenores de esta misión «con una parte de ficción, aunque la realidad es la que más se parece a la ficción». En aquel zulo al que llevaron los contactos de Paesa – «el señorito vendemisiles», según el autor- aparecieron no sólo los principales archivos de la banda. Los agentes encontraron también los uniformes y las armas de la Ertzaintza que tres años antes el agente Iñaki de Juana, actuando como ‘topo’, había robado en la Diputación de Gipuzkoa. También aparecieron unas extrañas medallas conmemorativas. Eran las que los jefes de ETA otorgaban a los etarras más sanguinarios.

Cuando Paesa ayudó al Ministerio de Interior a localizar a Luis Roldán, el director general de la Guardia Civil Luis huido a Laos en ese momento para evitar su paso por los tribunales acusado de saquear las arcas del instituto armado. La sospecha es que Paesa pudo embolsarse más de cinco millones de dólares en esta operación, en parte, procedentes del dinero que el propio Roldán había robado. En el caso de la ‘operación Sokoa’, la incógnita es si Paesa llegó a cobrar por sus servicios o fue engañado por sus ‘amigos’ en el Ministerio de Interior.
Su vida como banquero y espía le llevó a ser director del Banco Nacional de Guinea, diplomático de Santo Tomé y Príncipe, traficante de armas con ETA, galerista de arte, fundador de bancos, empresario fantasma en Panamá y protegido de la Stasi.
De los GAL a Luis Roldán
El 11 de noviembre de 1988 el Juzgado Central de Instrucción número 5 dictó un auto acordando la detención de Francisco Paesa Sánchez, en el marco del sumario seguido contra los ex policías José Amedo y Michel Domínguez, por el atentado de los GAL que costó la vida a Juan Carlos García Goena.
Paesa esquivó en los siguientes años a la Policía española y a la orden de detención internacional que pesaba contra él. Pese al empeño del Juzgado número 5, del que era titular el Juez Garzón, nunca fue detenido y sus cuentas en Suiza permanecieron intactas. Y no es que la ubicación de Paesa fuera precisamente un misterio. En 1990, la Interpol suiza anunció que Paesa había sido nombrado embajador de Santo Tomé y Príncipe ante la Organización de Naciones Unidas (ONU). Su condición de diplomático le daba inmunidad. Es más, el Gobierno español siguió en contacto con él y le pidió ayuda durante la fuga de Luis Roldán Ibáñez.

Como Director General de la Guardia Civil, Roldán desarrolló «una incesante actividad delictiva amparado en su cargo público, con la finalidad de enriquecerse ilícitamente», según señala la sentencia del Caso Roldán. Al iniciarse las diligencias judiciales por sus actividades delictivas, Luis Roldán se fugó de España en 1994. Sin embargo, con la mediación de Paesa se logró su regreso a España, con vistas a ser juzgado. Roldán llegó supuestamente desde Laos, en una extraña y confusa sucesión de hechos para ocultar que, en realidad, nunca abandonó París.
Paesa habría pasado por un buen servidor del Estado, y de hecho fue recompensado como tal (con 300 millones de pesetas), salvo por el hecho de que Roldán le acusó de quedarse con el dinero que él había malversado: 11.8 millones de euros. Pero también en este caso la causa quedó en nada. Investigado por esconder el patrimonio de Luis Roldán, la causa fue archivada el 18 de marzo de 2004 por prescripción y anulada la orden de busca y captura.
Y al sexto año… resucitó
Antes de que sus delitos prescribieran, Paesa permaneció prudentemente alejado de España y orquestó su truco más teatral: fingió su muerte a causa de un paro cardíaco. En el verano de 1998, se le dio por muerto en Tailandia (con una esquela publicada en «El País») y sus familiares celebraron en su memoria varias misas gregorianas. La farsa duró seis años, hasta que en noviembre de 2004 aparecieron fotografías suyas en Luxemburgo, donde hacía su vida utilizando un pasaporte argentino a nombre de Francisco P. Sánchez. «El certificado de defunción de Paesa está firmado por un testigo tailandés que no existe», había apuntado ABC muchos años antes.

Cuando ya no le quedaban dudas a nadie de que estaba vivo y coleando, Paesa fue detenido a finales de 2011 en el aeropuerto de Lungi (Sierra Leona), ante la sospecha de estar participando en una operación de tráfico de drogas. El ex agente secreto permaneció retenido tres días, pero fue puesto en libertad al no pesar sobre él ninguna orden de búsqueda internacional.
Desde entonces, de nuevo: el silencio. Hasta que la filtración de miles de datos de clientes del bufete Mossack Fonseca, los llamados Papeles de Panamá, han sacado a la luz que Paese no aguantó muerto mucho tiempo en lo que respecta a la actividad bancaria. Dos semanas después de la fecha de su esquela, el espía registró en las Islas Vírgenes Británicas la empresa Regus Assets, donde figura un único director, Francisco P. Sánchez.
Francisco P. Sánchez creó más de seis empresas y operó a través de ellas en los sectores inmobiliarios y de comunicaciones de Marruecos. Pero el fantasma no estaba solo. Beatriz García Paesa, su sobrina, abogada y persona de confianza, fue quien administró las empresas, y la misma persona que le escondió durante su fuga en Luxemburgo.
Luis Roldán, el hombre que engañó a todo un gobierno
Luis Roldán podía haber hecho historia como el primer civil en dirigir la Benemérita, pero acabó llenando páginas como maestro en farsa y corrupción. La insólita carrera de este director general de la Guardia Civil nombrado por Felipe González culminó con su rocambolesca huida y detención.
El corrupto Roldán es condenado a 31 años de cárcel por su audaz carrera al frente de la Benemérita. En lugar de por sus logros en pro de la seguridad pasa a la historia como ejemplo delictivo. Maestro de la fabulación, supo meterse en el bolsillo a todo un gobierno socialista.

Felipe González y su Gobierno respiraron tranquilos el 27 de febrero de 1995 cuando se divulgó que Luis Roldán, director general corrupto de la Guardia Civil, había sido entregado por unos agentes de Laos a sus homólogos españoles en el aeropuerto de Bangkok, la capital de Tailandia, y volaba hacia España para ser puesto a disposición judicial. Sin embargo, con el tiempo se revelaría que la operación Roldán tuvo ribetes chapuceros: este nunca había pisado Laos, sino que llegó a Bangkok procedente de París. Los documentos de la presunta extradición firmados por las autoridades laosianas (papeles de Laos) eran una falsificación, orquestada por Francisco Paesa, espía a quien Roldán pagó para protegerle en su huida y que lo engañó para que se entregara. Paesa se quedó con el dinero defraudado por su cliente y quizás incluso cobró por ayudar a la detención

El que fuere primer civil en asumir el cargo de director de la Benemérita, en 1986, protagonizó una carrera delictiva sin parangón. Su fulgurante trayectoria profesional, aparentemente sin mácula, le había izado a lo más alto, pero todo se vio truncado en 1993, cuando salieron a la luz los desorbitantes ingresos registrados en su cuenta corriente. ¿Cómo había logrado el hijo de un taxista alcanzar tan altas cumbres?
Su despegue se inició en 1976, cuando Roldán ingresó en el PSOE. El 29 de diciembre de 1982 fue nombrado delegado general del Gobierno en la comunidad autónoma de Navarra. El desempeño de este cargo supuso para él un acicate en su trayectoria profesional, ya que logró notables éxitos en la lucha contra el terrorismo de la banda armada ETA. Entre ellos, destaca la desarticulación de una de sus ‘cúpulas’ en Bidart (Francia), encabezada por el buscado ‘Artapalo’, así como de otros comandos.
Mientras tanto, en 1988, José Luis Corcuera se puso al frente del Ministerio de Interior, teniendo como uno de sus objetivos prioritarios la modernización de las Fuerzas de Seguridad del Estado. La Guardia Civil ofrecía una imagen harto trasnochada, por lo que el ministro acudió sin dudarlo al eficiente delegado territorial. La reacción de Roldán fue tan rápida como eficaz: la pareja del tricornio fue rápidamente sustituida por la imagen de jóvenes guardias patrullando al volante de modernos todoterrenos.
Pero su carrera estaba cerca de tocar fondo. En noviembre de 1993 Diario 16, destapó un escándalo: el desmedido aumento del patrimonio de Luis Roldán era harto sospechoso. El diario desvelaba el sospechoso incremento registrado en los activos propiedad del alto cargo, cuya fortuna ascendía a unos 10 millones de euros, acusando a Roldán de operaciones fraudulentas que le habían permitido alcanzar cotas económicas imposibles de asumir con su sueldo público de tan sólo 600.000 pesetas. Corcuera anunció su dimisión, a la par que el propio Roldán solicitaba su cese.
El 3 de diciembre de ese año cesó al frente de la Dirección General de la Guardia Civil, siendo sustituido por Ferran Cardenal de Alemany, gobernador de Barcelona.
El 17 de febrero del año siguiente, el pleno del congreso aprobó por unanimidad la creación de una comisión de investigación de la gestión de Roldán durante su etapa al frente de la Guardia Civil. El 10 de marzo, la comisión inició sus investigaciones.
El 21 de abril, el PSOE suspendió su militancia cautelarmente hasta la resolución del caso . Su ‘testaferro’, Jorge Esparza, compareció ante la comisión.
Seis días después, la Fiscalía solicitó a la jueza Ana María Ferrer, instructora del sumario, la retirada del pasaporte a Luis Roldán, ex director de la Guardia Civil previendo su posible intento de huir del país.
Dos días después el acusado no compareció ante el juzgado de instrucción número 16 de Madrid, por lo que su titular dictó orden de detención contra él. Las Fuerzas de Seguridad del Estado no consiguieron dar con su paradero ante la sorpresa general y, el 30 de abril, el entonces ministro del interior, Antonio Asunción , que se había hecho responsable de su vigilancia, presento su dimisión al frente del Gobierno asumiendo sus responsabilidades ‘políticas y técnicas’ por su huida.
El 27 de febrero de 1995, Roldán fue localizado en Laos y detenido en el aeropuerto de Bangkok (Tailandia).
Luis Roldan fue condenado a 31 años de prisión por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública, así como a una estancia de tres años por el ‘caso Urralburu’ y a otra estancia de diez años en un módulo especial de la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) hasta el 2005, en que le fue concedido el segundo grado.
Ese año volvió a sus orígenes, a Zaragoza, donde trabajó en una agencia de seguros durmiendo en un Centro de Inserción Social.
El 19 de marzo del 2010 salió de prisión, tras liquidar su condena en la zaragozana cárcel de Zuera.
Los beneficios del Código Penal y la posibilidad de acogerse a las ventajas de la antigua y de la moderna ley redujeron su pena a 20 años.
En esas circunstancias, el ex director de la Benemérita afirmaba determinante que no tenía dinero y que se retiraba al piso de sus padres en Zaragoza, la ciudad que le vio nacer. El destino de la fuga de su capital continúa siendo un misterio. Para alcanzar sus objetivos Luis Roldán se valió de una portentosa imaginación y de una osadía sin límites.
Enriqueció su currículum académico en pro de sus objetivos. Así, no dudaba en afirmar que tenía una licenciatura en Ciencias Empresariales y un master en economía.
A continuación recuperamos algunos de sus testimonios, todos ellos sin desperdicio.
ENTREVISTA A LUIS ROLDAN UN MES ANTES DE SU DETENCION:

-‘Yo no puedo decir que tengo 58 millones de pesetas para gastos reservados, los mismos que tenía cuando entré aquí. Y con eso debo funcionar. Con ese dinero sólo podría pagar a cuatro confidentes en operaciones como la de Cubelles’.
-‘Hay que ser riguroso simplemente’.
-‘Debemos adecuar nuestra actividad a los medios de que disponemos. Yo puedo decir que tengo 58 millones de pesetas para gastos reservados, los mismos que tenía cuando entré aquí. Y con eso debo funcionar’…
-‘Ningún guardia civil se ha beneficiado con el tráfico de drogas, por lo que no puede afirmarse, como se ha dicho, que haya corrupción ni lucro personal en dicho Cuerpo’.
Pero viendo la presente oleada de casos de corrupción, incluso las hazañas de Roldán se quedan pequeñas y hasta habría quien pudiera pensar que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor’.
FIN DE UNA HUIDA
Paesa llevó a su viejo socio a una cita trampa en Laos
Los 305 días de huida de Luis Roldán acabaron gracias a una cita trampa que le tendió su antiguo socio Francisco Paesa, el verdadero ingeniero del entramado que permitió huir al ex director general de la Guardia Civil y el hombre que le protegió durante su fuga. El traficante de armas internacional, que ya intervino en el desmantelamiento de la cooperativa de ETA Sokoa, volvió a jugar un papel protagonista en la captura de su antiguo compañero de aventuras económicas. Paesa organizó un encuentro con Roldán en Laos para entregarle una cantidad indeterminada de dinero, pero la cita, con ayuda de las autoridades locales, se convirtió en un cepo.
Francisco Paesa, que mantenía boyantes negocios de tráfico de petróleo y armas con varios países europeos, asiáticos y africanos, fue algo más que el mejor hilo conductor hacia Roldán en la investigación que encabezó Juan Antonio González, responsable de la Brigada de Policía Judicial de Madrid. La poderosa red que tejió Paesa para sus negocios y los de Roldán sirvieron de cobertura al prófugo.
Parece confirmarse que Roldán estuvo oculto, en Argentina y, según todos los indicios, en uno o varios países del este de Europa. Paesa se movía con frecuencia en Moscú, y tenía buenos contactos en Polonia. Su facilidad de movimiento en los países del antiguo telón de acero podría proceder de, su etapa como suministrador de armas en la guerra civil angoleña.
En la investigación sobre Roldán emergió muy pronto su estrecha relación con Paesa, con quien intentó colocar una partida de armas españolas en Angola. Incluso se descubrió una venta de varios inmuebles en la localidad madrileña de Somosaguas que supuestamente realizó Paesa en nombre de Roldán. El entramado internacional de empresas de Paesa, que ya fue investigado en relación con los GAL, fue usado por Roldán para blanquear grandes cantidades de dinero procedentes, aparentemente, de fondos reservados y comisiones ilegales por obras.
Tras la fuga del ex máximo responsable de la Guardia Civil, funcionarios españoles contactaron con Paesa para plantearle un claro dilema: o colaboraba en la localización, o se investigarían sus negocios con todas las consecuencias. Hay un dato significativo del delicado trato que recibió el traficante de armas. En junio de 1994, meses después de la huida de su antiguo socio, la policía detecta que de las cuentas de Roldán en Suiza se han movido 1.500 millones de pesetas hacia España a través del Aresbank, donde trabaja como asesora jurídica una sobrina de Paesa. El dinero acaba siendo transferido hacia Singapur, en concreto hacia el Overseas Bank. Se utiliza una empresa como tapadera: Almeida Investment. El dinero viaja de Singapur a otro destino, y a otro, hasta que acaba recuperándolo Paesa. Este se encargó de informar a la policía española de que el dinero era suyo y no de Roldán, a quien se lo había prestado.
La “no detención” de Paesa ha causado malestar en el juez suizo Pierre Perraudin, que investiga al traficante de armas por irregularidades económicas en Suiza. Este magistrado tradujo su sospecha de que Paesa gozaba de la protección española en unas serias reticencias a colaborar con la juez Ana Ferrer, quien aún no ha recibido la información que solicitó hace casi un año sobre las cuentas de Roldán. La juez que instruye el caso Roldán imputa a Paesa los delitos de malversación y cohecho en connivencia con el ex director general de la Guardia Civil, aunque nunca le ha citado a declarar.
Al temer Paesa que su imperio económico fuese arruinado por su protección a Roldán, inició una intensa colaboración con la policía española que desembocó en un plan para la entrega. Así, tras ir trasladando al prófugo de país en país, Paesa le condujo a Laos con la promesa de entregarle fondos. En Laos Paesa tiene buenos contactos entre las autoridades locales, que se avinieron a detener a Roldán y conducirle a Tailandia. La policía española, a través de un complejo sistema de información, fue recibiendo recados de Paesa que daban pistas sobre el recorrido del prófugo más buscado por la policía española.
¡VIDA SENTIMENTAL DE PAESA!
PAESA Y SU PROMETIDA, LA ‘CELEBRITY’ JAPONESA DEWI SUKARNO

“Estaba muy enamorada de él, pero cometí un terrible error”. La viuda del dictador indonesio Achmed Sukarno, fallecido en 1970, habla, naturalmente, de Francisco Paesa. El espía más famoso de España, protagonista de una vida de película —llegó a fingir su muerte en Tailandia en 1998, incluso El País publicó hace ahora 20 años su esquela—en la que las mujeres desempeñaron un papel principal. “A mí me echan todos los muertos, y yo no tengo nada que ver”, declaró en una ocasión un risueño Paesa ante las cámaras de televisión. Su figura y su agitada biografía siguen de actualidad casi 20 años después de su falsa muerte.
Paesa fue una suerte de playboy habitual en la prensa del corazón. ¿El motivo? Su compromiso en 1972 con esta bellísima japonesa que acababa de instalarse en Suiza con su hija, Karina Sukarno, para empezar de nuevo. “Yo había estado casada con un hombre muy importante, con el padre de la nación. Mi sueño era volver a contraer matrimonio con alguien de mi edad para construir una vida juntos. Escogí a Francisco porque carecía de posición. Quise ayudarle. Compramos un pequeño banco privado, planeamos nuestra boda… Todo se fue al traste”, evoca Sukarno, que es hoy una socialité internacional y una personalidad televisiva en su país de origen.
“Volví a verle hace 20 años en París, en un restaurante. Me dijo que le fuera a ver al día siguiente para zanjar nuestros asuntos pendientes, pero como estaba con una dama no quise entrometerme en su vida privada”, evoca Dewi, que se muestra sorprendida cuando le cuento que Paesa ha inspirado una película, El hombre de las mil caras, estrenada hace algunos años, dirigida por Alberto Rodríguez. “Era un hombre fascinante. ¿Sigue oculto?”, pregunta. La última noticia sobre él en los medios se remontaba a 2011 hasta que otorgó una entrevista exclusiva a Vanity Fair, que se reunió con él en París.

Francisco Marco, fundador de la agencia de detectives Método 3, radicada en Barcelona, localizó al agente en París en 2004 y le describe como “un dandi inspirado en las novelas de espías de los años cuarenta”. Ese halo de misterio propició su romance con la viuda de Sukarno, “un personaje digno de Ian Fleming”, añade Marco. Juntos se presentaron en sociedad en 1971 en Suiza, en una velada digna de un filme de James Bond. Víctor Manuel de Saboya y su esposa, Marina Doria, Karim Aga Khan o Gina Lollobrigida fueron algunos de los invitados.
Pero quizá la mujer más importante en la vida del polémico agente no haya sido ninguna de sus amantes, ni siquiera su pareja desde hace años, Lucie Henriette Sarf, sino su sobrina, Beatriz García Paesa. “Ella es su todo. La persona que protege sus secretos”, asegura Marco. La misteriosa mano derecha del hombre más buscado.

PAESA, EL ESPÍA MÁS OSCURO Y FAMOSO DE ESPAÑA
PAESA CONOCIÓ A JOSÉ AMEDO UNA NOCHE EN UN BURDEL DE BILBAO. “MOSTRÓ EL PISTOLÓN Y GRITÓ: ‘YO SOY EL GAL”.
Francisco Paesa se movía en las cloacas del Estado. Fue el hombre que ayudó a fugarse en 1994 al exdirector de la Guardia Civil, Luis Roldán. El que (supuestamente) lo entregó meses después y que (supuestamente) se quedó el dinero: los más de 10 millones de euros que este había recaudado en comisiones ilegales, además de la recompensa que habría cobrado por la entrega. En 1998 se le dio por muerto y hasta se publicó su esquela. Pero en 2004 se supo que seguía con vida. Desde entonces, se pierde su pista. Pocos días antes del estreno de El hombre de las mil caras, la película que recupera el episodio de Paesa y Roldán, Vanity Fair localiza y entrevista en exclusiva en París al espía más famoso y oscuro de España.
Paesa no tiene ninguna causa pendiente en España. La Audiencia Nacional le investigó por colaboración con banda armada y obstrucción a la justicia; se le acusó de haber coaccionado a una testigo de los GAL; se abrió una pieza separada contra él por malversación y cohecho por el caso Roldán. Pero todas las causas fueron archivadas. Francisco Paesa puede regresar a España pero sigue moviéndose en la sombra.
Paesa afirmó que decidió marcharse definitivamente de España cuando se juzgó al general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo por el caso Lasa y Zabala (las primeras víctimas de los GAL) en el año 2000. “No lo soporté. Era el tío más condecorado de España y lo condenaron por un etarra…”. Dice que él no tuvo nunca implicación alguna en los GAL y que para tenerla “había que estar loco”. Que el GAL eran básicamente los expolicías José Amedo y Michel Domínguez, que fueron condenados por ello, y que eran “incontrolables”. Que él solo conoció a Amedo una noche en un burdel de Bilbao. Este llegó, se abrió la chaqueta, “mostró el pistolón” en el cinto y gritó “¡Yo soy el GAL!”.
Confiesa que el otro motivo por el que decidió dejar definitivamente España fue el caso Roldán. “Me dijeron que Pelopincho (así llamaban a Luis Roldan en el Ministerio del Interior y en el Gobierno) había hecho una estupidez y que a ver si yo podía ayudarlo. Y eso hizo. Según su versión, le planteó a Roldán devolver el dinero que este se había llevado de comisiones por obras de las reformas de los cuarteles de la Guardia Civil y de fondos reservados, y que Paesa calcula en 16 millones de dólares de entonces.
“No todo, claro, no haberse llevado 15 y devolver los 15, tampoco vamos a exagerar, porque coger el dinero lleva un trabajo, a pesar de todo…”, afirma. Paesa, Pero aquella opción, según él, se rechazó. “Yo no he cobrado ni un céntimo de Roldán. Es más, me ha costado dinero. Bastante. No lo he calculado. Pero probablemente tres o cuatro millones de dólares fácilmente ”, afirma. Más aún, Paesa explica cómo se repatriaron parte de los fondos, que según su versión se entregaban a la mujer de Roldán, Blanca Rodríguez Porto.
Paesa explicó cómo organizó la fuga del exdirector de la Guardia Civil. “Él quería desaparecer”. Roldán se refugió en París donde, según la versión de Paesa, quedó a cargo de sus hombres. Nos cuenta que planeó la huida de Roldán a Laos: “Un país seguro, comunista al cien por cien y con el que podía llegar a un acuerdo para que estuviera allí dos años, porque creía que después se encontraría una solución al problema ”, recuerda.
Roldán, dice Paesa, no llegó a ir a Laos, se arrepintió en el último momento y decidió entregarse. Lo bautizaron “el bebé” porque gimoteaba constantemente y se escapaba para llamar a su esposa, recuerda el espía. También explica que se pactó con el Ministerio del Interior, dirigido entonces por Juan Alberto Belloch y se muestra aún visiblemente enfadado con el exministro. “Tengo la pena de que a Roldán se le trató contrariamente a lo que se había acordado. Porque es un señor que hizo lo que han hecho muchos de ellos, por no decir todos ”, asegura. En 1998 Roldán es condenado y durante el juicio se abre la pieza separada contra Paesa. Entonces, Paesa desapareció.

En 1998 El País publicó la esquela de Paesa. Él mismo nos cuenta que cuando supuestamente murió estaba en Tailandia en una misión antiterrorista que le había encargado el Gobierno de Argentina y en la que cayó herido. Y que lo metieron en una ambulancia y lo trasladaron a un barco. “Y ahí desaparecí. Yo no supe nunca en qué barco estaba. Jamás me lo han dicho. Estuve casi seis meses en coma y sin conocimiento”. Preguntado sobre si le convenía fingir su fallecimiento, responde: “ No es que me viniese mejor, es que me daba igual. Ah, ¿Qué estoy muerto? Bueno, pues estoy muerto, ¿y qué?”.
Toda una vida de película…




Un comentario en «FALLECIÓ PAESA, EL ESPÍA DE “LAS MIL CARAS”»
Magnifico artículo sobre la muy compleja personalidad y vida de Francisco Paesa. Me quedan dos incógnitas:
1) Dónde encontrar un autógrafo manuscrito -indubitado, con texto y firma- de Paesa, a fin de realizar un pequeño estudio grafológico sobre su personalidad.
2) Las posibles relaciones entre Francisco Paesa y Mikel Lejarza, “El lobo”. No he encontrado ninguna referencia en este sentido tampoco en en el libro “Yo confieso”. Pero pienso que de una u otra manera, debieron tener contacto.
Enhorabuena a Sergio Farras por su excelente trabajo.