MADRID, A 5 DICIEMBRE DE 2024 SERGIO FARRAS. ADMINISTRADOR PRICIPAL

La guerra, ese fenómeno político capaz de engullir imperios, degradar potencias o gestar revoluciones, reina en este 2024. Distintos conflictos (des)congelados han transitado a guerras abiertas con potencial para escalar a Tercera Guerra Mundial. Al menos dos guerras actuales, en Ucrania y Palestina, cumplen ese criterio y ambas se desarrollan en la vecindad de la Unión Europea. Difícilmente se puede discutir la pertinencia temporal y de contenido de un curso como este. 2024 tiene capacidad además de ser decisivo en el desarrollo de algunos de estos conflictos en el campo de batalla, pero también por el impacto de elecciones en sus dinámicas (elecciones presidenciales en los EE.UU. y al Parlamento Europeo, entre otras). En definitiva, el curso propone analizar y debatir la Geopolítica y conflictividad internacional en la vecindad de la Unión Europea; en su Frontera Oriental -Ucrania, Moldavia-Transnistria, Nagorno-Karabakh, pero también Balcanes-; y en su Frontera Sur -Palestina, Sahara, y Chipre-. Se profundizará en sus orígenes, causas y consecuencias tanto para los propios estados y ciudadanías implicadas como para la UE y el sistema internacional.
La historia de este mundo es, en cierto modo, la historia de cómo la UE y sus miembros, que se han doblado casi durante su vida, han digerido una lenta pero constante integración, cómo las capitales se han ido resistiendo, a veces como gato panza arriba, a ceder competencias. Y cómo sus dirigentes, cortos de miras, esperan a que las crisis, cada vez más duras, más existenciales, más contagiosas, hagan el trabajo sucio por ellos. Con idas y venidas, ampliación tras ampliación, hasta el shock del Brexit.
La historia de estas tres décadas y media es también la del agridulce encaje de España. Miembro de pleno derecho, líder del sentimiento europeísta, cuarta economía del euro, orgulloso motor de consensos, peso pesado sobre el papel, pero también socio acomplejado. País que ha jugado por debajo de su nivel, temeroso desde hace 20 años a levantar la voz, dar puñetazos en la mesa, bloquear o vetar (con contadas excepciones como la excepción ibérica) si hacía falta. País que tiene bastante claro cómo se ve dentro del paquete, pero que ha renunciado a darle forma de verdad al continente con ideas, propuestas y líderes ambiciosos. País europeísta y eurobeato, naíf, que se esconde sistemáticamente tras el consenso por el poco interés de sus responsables, la obsoleta jerarquización de la administración y un daño autoinfligido por el miedo patológico de cualquier diplomático o funcionario a mover un dedo sin el permiso explícito de siete superiores.
España se mueve en el tablero no como si fuera 1989, pero quizás 2005, o 2015. Pensando que es inmune a tendencias que arrasan por todo el continente, sin darse cuenta de que germina dentro un creciente foco anti UE y euro, escéptico, aislacionista incluso, dispuesto a romper el último consenso real y profundo en la política nacional. Y no se da cuenta porque ha renunciado al debate, a las ideas, porque no le presta la atención necesaria, ni los recursos requeridos, a la que es la primera prioridad exterior. Y porque sigue pensando, con Ortega, que somos el problema y de lejos llegará siempre la solución.
Transformaciones y tensiones globales: cuáles son las cuatro fuerzas que reconfiguran el mundo actual

Sebastián Puig, analista del Ministerio de Defensa español, explica cómo en un planeta marcado por tensiones geopolíticas crecientes, un envejecimiento poblacional, avances tecnológicos y una crisis ambiental, hay factores que se entrelazan creando un entorno cada vez más incierto y desafiante
- Sebastián Puig, analista del Ministerio de Defensa español, identifica cuatro fuerzas clave: geopolítica, demografía, tecnología y medio ambiente.
- Las rivalidades crecientes entre EEUU, China y Rusia transforman la geopolítica, mientras que el envejecimiento poblacional impacta sobre las economías avanzadas.
- Las tensiones tecnológicas y la crisis ambiental complican la cooperación global, advierte Puig.
Lo esencial: según el analista, el mundo vive cambios drásticos impulsados por la geopolítica, marcada por el conflicto, y la demografía, con el envejecimiento poblacional en países ricos y un boom demográfico en regiones como África subsahariana. La tecnología, con la automatización y la IA, redefine empleos y plantea dilemas éticos, mientras que la crisis ambiental agrava disputas por recursos estratégicos. Puig advierte que estas fuerzas están interconectadas y señala la necesidad urgente de reformas institucionales globales para gestionar un mundo donde la incertidumbre es la norma.


“¿Estamos preparados para lo que viene?”
En los últimos años, el mundo ha sido testigo de una sucesión de eventos disruptivos que han cambiado radicalmente el panorama geopolítico y económico. En este contexto, Sebastián Puig, analista del Ministerio de Defensa español, especialista en tecnologías de la información, destacó en un artículo para el medio Sintetia las cuatro grandes fuerzas que están moldeando el futuro: la geopolítica, la demografía, la tecnología y el medio ambiente.

“La creciente pulsión estratégica entre potencias y los rápidos avances tecnológicos generan un entorno donde el caos y la incertidumbre son la norma”, puntualiza.

La primera gran fuerza es la geopolítica, marcada por la intensificación de rivalidades. La competencia entre Estados Unidos, China y Rusia ha llevado a un resurgimiento del realismo político, donde el conflicto prevalece sobre la cooperación. Puig recuerda el impacto de la invasión rusa a Ucrania en 2022, que provocó una crisis humanitaria y económica global, alterando además las relaciones de poder en Europa. “Rusia volvió a ser percibida como una amenaza directa e inminente por sus vecinos europeos”, explica.
Además, las tensiones entre Estados Unidos y China no han dejado de crecer, con disputas territoriales en el Mar del Sur de China y conflictos por la supremacía tecnológica. En este sentido, las sanciones estadounidenses a empresas chinas y las restricciones a la exportación de semiconductores han impulsado la respuesta de China: “Pekín ha invertido más de 1,4 billones de dólares en autosuficiencia tecnológica”, señala el analista. Estas fricciones están fragmentando las cadenas de suministro globales, afectando la economía mundial. “Pasamos del ‘just in time’ (justo a tiempo) al ‘just in case’ (por si acaso), lo que implica enormes costos de adaptación”, añade.
Frente a este escenario, Europa intenta redefinir su papel buscando la tan mencionada “autonomía estratégica”, especialmente en defensa y tecnología. Sin embargo, Puig critica la respuesta europea, que considera lenta y fragmentada. “Se reacciona mal y tarde, a remolque de los acontecimientos”, señala.
Mientras tanto, otras regiones, como Oriente Medio y Asia-Pacífico, siguen siendo focos de tensión con implicaciones globales.
La demografía es la segunda fuerza, una que avanza lentamente pero con impactos implacables. El envejecimiento de la población es un desafío crítico para las economías desarrolladas, donde la proporción de personas mayores de 65 años está en aumento. Puig subraya que “la población mundial de 65 años o más pasará de 761 millones en 2021 a 1.600 millones en 2050″. Este fenómeno genera presiones sobre los sistemas de pensiones y salud, lo que podría ralentizar el crecimiento económico si no se compensa con inmigración o mejoras en productividad.

Mientras tanto, los países en desarrollo, particularmente en África subsahariana, experimentan un crecimiento demográfico explosivo. “Más del 60% de la población africana es menor de 25 años”, menciona el autor, lo que genera una presión migratoria hacia economías más ricas. Europa, destaca Puig, enfrenta un dilema: necesita inmigrantes para sostener su economía, pero la inmigración masiva ha avivado tensiones políticas y sociales. “Las políticas de integración deben ser diferenciadas y multifacéticas”, aconseja, abordando tanto la inclusión laboral como la seguridad.
La tecnología, tercera fuerza, está transformando la sociedad a un ritmo sin precedentes. Puig enfatiza el impacto de la inteligencia artificial y la automatización, que ya están sustituyendo tareas rutinarias. “Más del 50% de las tareas laborales actuales podrán ser automatizadas en los próximos años”, alerta, lo que plantea interrogantes sobre el futuro del empleo. Sin embargo, también surgen oportunidades para trabajos que exigen habilidades creativas y tecnológicas avanzadas.
Puig critica la adopción apresurada de la tecnología sin una estrategia clara. “Subirse al carro tecnológico sin evaluar su valor añadido supone un desperdicio inasumible de recursos”, afirma.
Además, plantea preguntas éticas sobre cómo distribuir los beneficios tecnológicos de manera equitativa y cómo gestionar la transición sin dejar a sectores vulnerables atrás.
Finalmente, el medio ambiente y el acceso a recursos naturales son cuestiones críticas. La transición hacia energías renovables es urgente pero compleja. “La transición energética global requiere materiales como litio, cobre y tierras raras, cuya extracción está concentrada en pocos países”, explica Puig, destacando los riesgos geopolíticos de estas dependencias. La weaponización de recursos por parte de actores como China podría desestabilizar aún más las cadenas de suministro globales.

El cambio climático exacerba la crisis de recursos. Sequías, inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos afectan la producción agrícola y el acceso al agua potable. Puig destaca la disputa por la Gran Presa del Renacimiento Etíope entre Etiopía y Egipto como un ejemplo de tensiones crecientes por el agua. Además, advierte que “las migraciones climáticas se multiplicarán”, afectando a regiones ya frágiles.
Las fuerzas mencionadas no actúan de manera aislada. La competencia geopolítica se ve afectada por la lucha por recursos tecnológicos y energéticos. Puig menciona que “la demanda de baterías para vehículos eléctricos está impulsando la minería intensiva de litio”, lo que genera tensiones entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental. A su vez, la automatización está transformando la industria minera, desplazando a trabajadores sin habilidades tecnológicas.

“El pensamiento crítico, la adaptabilidad y la creatividad son esenciales”, dice, subrayando la importancia de la alfabetización tecnológica y la ética. En un mundo donde la tecnología avanza más rápido que la regulación, Puig advierte que las decisiones de hoy tendrán implicaciones para futuras generaciones.
Y AHORA FRANCIA, ¡EL ÚLTIMO “ACTOR” GEOPOLÍTICO

Crisis política en Francia: diputados aprobaron la moción de censura contra el primer ministro Michel Barnier
Francia, ¿y ahora qué? Los escenarios posibles tras la moción de censura de Michel Barnier
Hay una serie de interrogantes sobre la estabilidad del ejecutivo de Emmanuel Macron tras la crisis política incendiada por partidos de izquierda como Francia Insumisa y ultraderecha de Marine Le Pen

La reciente caída del primer ministro Michel Barnier, tras la histórica moción de censura aprobada por la Asamblea Nacional, ha sacudido la política francesa, dejando en el aire una serie de interrogantes sobre el futuro del gobierno de Emmanuel Macron. Esta crisis política, que ha puesto fin al mandato de Barnier tras apenas tres meses en el cargo, abre múltiples escenarios sobre lo que podría ocurrir en los próximos meses.
A pesar de su vasta experiencia, Barnier no pudo sortear las dificultades políticas internas. Tras una serie de negociaciones infructuosas para aprobar los presupuestos nacionales, y con una oposición feroz tanto de la izquierda como de la ultraderecha, el primer ministro recurrió al artículo 49.3 de la Constitución francesa, un mecanismo que le permitió aprobar el presupuesto por decreto. Este gesto, aunque legal, desató una reacción en cadena: tanto el NFP como la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen presentaron mociones de censura, y, sorprendentemente, ambos bloques se unieron para lograr la caída de Barnier.

Francia, ¿y ahora qué?
Con el primer ministro fuera de escena, la atención se dirige ahora al presidente Emmanuel Macron. Aunque la moción de censura no implica su destitución, el presidente se encuentra en una situación de extrema fragilidad política. Con una popularidad en mínimos históricos y una Asamblea Nacional completamente dividida, la figura de Macron está siendo cuestionada desde los dos extremos del espectro político.
