MADRID, A 31 DE ENERO 2024 SERGIO FARRAS, ADMINISTRADOR PRINCIPAL
La geoeconomía y el geopoder se configura como un área de conocimiento y de investigación que cada vez tienen una importancia crítica para que los responsables de toma de decisiones puedan decidir sobre asuntos críticos relacionados con la seguridad, la estabilidad y la economía de un país.
Geopoder


Dado este amplio espectro donde se juega intereses divergentes, es factible establecer en el campo del geopoder cinco realidades actuales
Consideraciones prospectivas.
Desde esta opción, el enfoque sobre una historia en movimiento continuo es trascendental porque los cambios que ocurren deben ser percibidos instantáneamente para determinar una geoestrategia rápida. Conjuntamente, las tendencias analíticas son estudiadas con razonabilidad pues en determinados momentos se hace énfasis en lo económico como primordial en la práctica, cuando tácticamente el movimiento es sobre el poder bélico. En ese sentido está la geoeconomía que estudia la productividad, el ahorro, el Producto Interno Bruto (PIB), los mercados, la banca, los movimientos financieros , la competencia, aunque dentro de un manejo político corporativo de mayor envergadura: la seguridad económica está imbricada a los poderes fácticos.


Las revoluciones industriales han favorecido el crecimiento económico a lo largo de la historia, pero también tuvieron repercusiones geopolíticas y geoeconómicas en los siglos XVIII y XIX. En ese contexto, los procesos geoeconómicos fueron los que tuvieron mayor impacto sobre la estructura del sistema internacional, como la primera y segunda Revolución Industrial, resultado de nuevas tecnologías e ideas económicas; y del desarrollo de organizaciones multilaterales (Giacalone, 2016).
La geopolítica surge como disciplina a finales del siglo XIX y principios del XX con el propósito de la expansión del poder territorial de los estados. Ha sido estudiada por diversos autores, y aunque no hay una única definición, se puede decir en términos generales que es la disciplina que estudia la relación entre la política exterior, las relaciones internacionales y el entorno geográfico y natural.

De esta manera, tiene un carácter multidisciplinar al integrar con visión sistémica la política y la economía por el poder mundial, en un entorno donde los riesgos geopolíticos crecen ante las tendencias de expansión económica y política de las grandes potencias capitalistas movidas por intereses geoestratégicos a nivel mundial.
Y es que la nueva geopolítica del siglo XXI se ha transformado en geoeconomía, y la situación mundial y los conflictos regionales y globales confirman su actualidad, asociada a nuevos elementos políticos y desequilibrios económicos que trascienden la geografía. De este modo el predominio político no se concreta solo en el territorio, sino que se adentra en la esfera económica, ya que el dominio de la economía se acaba imponiendo al dominio territorial (Olier, 2015).
Consecuentemente los intereses geoestratégicos se mueven hacia nuevos territorios o regiones para controlar zonas de influencia y a la vez los recursos naturales, el comercio internacional y los mercados globales en busca de mayores ganancias y acumulación de capital a nivel internacional.
Asimismo, la globalización económica, financiera y el desarrollo de nuevas tecnologías, han dado espacios a la nueva geoeconomía como parte del proceso de cambio que afecta las relaciones internacionales, con impactos en los mercados en el contexto de la globalización y en los conflictos regionales y globales.
Así, en los últimos tiempos la geoeconomía ha sido un tema de relevancia para los estudiosos de las relaciones económicas internacionales; y en particular la relación holista entre los intereses políticos y económicos por su importancia estratégica.
Además los acontecimientos internacionales agravados por la crisis sanitaria de la COVID-19, muestra como los intereses geopolíticos están íntimamente ligados a las ganancias económicas de las grandes potencias capitalistas y las empresas transnacionales que dominan las tecnologías de avanzada en su afán de incrementar sus ingresos, mantener y ampliar su área de influencia en otras regiones, a expensas de la explotación indiscriminada de los recursos naturales de los países subdesarrollados, con elevados índices de pobreza y el daño al medio ambiente.
De ahí, que la visión geopolítica imperial ya no apunta solamente al dominio territorial sino a la explotación de los recursos naturales estratégicos en condiciones favorables al sistema capitalista. Por ello, la combinación de los planes estratégicos de Estados Unidos y otras potencias, que ajustan lo económico con lo militar y que en el fondo persiguen el mismo objetivo: el control de los recursos para confirmar la existencia de un imperio sin competencias (Cadena, 2006).

Por su parte, la geoeconomía puede entenderse como la relación entre política económica y cambios en el poder de un Estado o en su geopolítica (consecuencias geopolíticas de fenómenos económicos)1, o como consecuencias económicas de tendencias geopolíticas o de la proyección del poder nacional (Baru, 2012). Sus raíces están en el mercantilismo francés, que buscaba mercados haciendo uso de medios militares para exportar más productos e importar menos.
Geopoder: el arte de engaño y sus tres tácticas

Uno de los ejemplos más actuales en su sentido manipulador es el referente al informe elaborado por agencias de inteligencia estadounidenses culpando a productores de información rusos (incluso al presidente Vladímir Putin) como responsables de la derrota de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales pasadas.Las afirmaciones son taxativas y han sido reproducidas en miles de medios vinculados a estas, cumpliendo la orden de reiterar incansablemente dichas conclusiones. Ellas se refieren a que existió un ‘hackeo’ de correos y páginas oficiales del Partido Demócrata por obra del Gobierno ruso (incluyendo a la cadena RT), cuyo único fin era debilitar la confianza en el sistema democrático representativo de dicho país, demeritar una candidatura (Clinton) y enaltecer la contraria, con el manifiesto objetivo de hacer triunfar a su propio elegido. Como se sabe, el 6 de enero de 2017 la Oficina del Director Nacional de Inteligencia (ODNI) emitió el documento ‘Evaluación de las actividades e intenciones rusas en las recientes elecciones estadounidenses’, que aseveró su participación e influencia directa, aunque advirtiendo que muchas de las conclusiones no fueron incluidas porque es “una versión desclasificada de una evaluación altamente clasificada”.
Con el objeto de imputar se utilizaron tres axiomas:
Desviar la atención del tema central para evitar el análisis de los mecanismos empleados.
En este caso, la increíble victoria de un aspirante no apoyado por la ‘corporatocracia’ que desechó a aquel que representaba un proyecto neoliberal militarista (muy peligroso para la paz mundial) conducía a un estudio profundo. Sin embargo, con el fin de impedirlo se desvió la temática agudizando contradicciones con un supuesto interventor, que presionó de tal modo que obtuvo el premio deseado: un presidente afecto a sus políticas.
- Reiterar en exceso una afirmación que culpe a otro de sus propios errores, atribuyéndole la máxima responsabilidad.
La edificación de una sospecha es efectiva especialmente cuando se atiborra con información que parece sustentar lo dicho, pese a que no aporte prueba alguna. Identificar un culpable permite eximir de responsabilidad al afectado, con lo cual se puede lograr protagonismo nuevamente como un ente perjudicado por la actuación deshonesta de cierta parte involucrada en el conflicto. No entrar en las razones de lo ocasionado es definitivo, pues desconocer hechos y causas permite creer por fe más que por convicción.
- Falsear la verdad distribuyendo una interpretación acorde con su interés programado.
La idea es no centrarse en la veracidad de lo descubierto, como la campaña de desprestigio a Bernie Sanders por Clinton, la influencia demócrata para que el Partido Republicano escogiera a Donald Trump por ser el candidato opositor considerado más débil, la financiación de la clase pudiente y los banqueros, la manipulación extrema de los medios caracterizando a Trump como misógino-nazi- sionista-inestable, la política belicista de Hillary y la corrupción con fondos de la Fundación Clinton, entre otros. Por esta argucia se evita discutir la debilidad ética en los actos enunciados, con el fin de dirigirlos hacia acusaciones que impidieran develar la verdad.

En este caso, la idea fue ocultar los propósitos de dicha publicación pues, de conocerse, permitirían demostrar el carácter bélico y no asumido de una frustración incalculable, ya que la verdadera finalidad de la Agencia ha sido construir un clima de desconfianza en la elección del presidente electo con el fin de minar su credibilidad y legalidad, aumentar la rusofobia para denostar al ‘enemigo máximo’ y ampliar el presupuesto militar, justificar la errónea estrategia de la campaña que llevó a la catástrofe preferentemente por la oposición al actual mandatario y descargar de modo indirecto la inmensa frustración aún no asimilada de una pérdida que nunca se imaginó posible.
Al respecto, un análisis mínimo razonable indica que dicho informe no ofrece prueba de ‘hackeos’, sino que confirma la posición pública de ciertos medios informativos respecto a los candidatos, práctica que el Gobierno de EE.UU. ha estado realizando… ¡desde hace mucho más de un siglo!
Ante la exigencia de evidencias que comprobarían la infiltración cibernética rusa, el Departamento de Estado de Estados Unidos ha manifestado que no ha mostrado las pruebas de la supuesta intervención rusa para nombrar a Donald Trump porque “los servicios de inteligencia tienen que proteger sus fuentes y métodos”, un sistema acusador y criminal que empleó tanto la Inquisición en el medioevo como la Gestapo en Alemania y estuvo vigente en el temible periodo de persecución a la izquierda en el país norteamericano.
La realidad es muy clara: la fórmula aplicada por el Gobierno colonial estadounidense desde sus orígenes ha sido intervenir en otros países para poner a sus representantes o vasallos como dirigentes de numerosas naciones, a través de la violencia física y simbólica, ratificado por la existencia actual de sus fuerzas militares en más de 130 países. La incoherencia al no funcionar dicho mecanismo es culpar a otros de la errónea aplicación en la receta, típica reacción del perdedor que no acepta su fracaso como parte de un serio juego donde hizo una apuesta y fue vencido por su propia forma de encarar el debate.
Podemos predecir que el presidente Donald Trump será presionado de modo permanente para continuar la política exterior de Obama en lo concerniente a su vía militarista y que este avalará dicha ruta parcialmente, oponiéndose cuando afecte su propio pensamiento y la demanda de paz internacional, lo que generará contradicciones. Por ello, reacciones imprevisibles en determinado momento pueden ser previstas. La opción de establecer nuevas relaciones no guerreristas es una gran posibilidad.

Finalmente, una de las formas eficaces de enfrentar con éxito estas tácticas es recurrir a categorías de salud mental, pues exigen que la comunicación armónica entre los seres humanos sea sustentada en el diálogo, la racionalidad y la búsqueda comprensiva que explique los fenómenos. Por el contrario, este documento ‘desclasificado’ se soporta en el principio de la excepcionalidad asociado a la sociopatología, según el cual se puede atentar contra cualquier persona simplemente basado en un derecho divino que no obliga a explicar lo sucedido. La siquiatría lo expone de modo brillante.
Emplear de modo cotidiano el análisis, la capacidad de diálogo y el espíritu de confraternidad para avanzar en los procesos de humanización es el verdadero arte a conseguir.
Este año el geopoder puede cambiar de manera radical en medio de una agenda de 70 países votando
El geopoder está en juego, y el 2024 puede haber tensiones mayores a medida que avance el cronograma electoral en alrededor de setenta países, oportunidad en la que votarán cerca de 3.800 millones de personas. Si bien el punto clave es el 5 de noviembre en Estados Unidos, también Rusia, algunas regiones de Asia, y América Latina con México como vértice, podrán ser partes de llaves valiosas para el futuro de la humanidad.
China y Estados Unidos, las dos economías más importantes del planeta, pusieron en marcha un grupo de trabajo en conjunto para abordar el cambio climático en lo que resta de esta década, según lo dio a conocer la agencia china Xinhua. Ambas naciones son conscientes de que una buena parte del futuro planetario está en generar medidas drásticas para atenuar el calentamiento global.

El mundo “partido” en dos
Cada vez, queda más clara la visión (maniquea, “suma cero”) y posición de Estados Unidos sobre el mundo dividido en dos, liderando a Europa y otros países plegados; liderando al “mundo libre” y “democrático”.
Para liderar este enfrentamiento, es condición sine qua non, anular a las élites de países europeos, o reducirlas a la condición de seguidoras incondicionales, así como a gobiernos; y llevando a cabo su desindustrialización, desgasificación, desenergetización.
Por el otro lado, USA/G7/OTAN trata de vender al mundo la idea de que debe librar una lucha contra “el eje del mal”, antidemocrático y anti-libertad (viejos caballos de batalla), detenerlo en su avance en la conquista de “occidente”. Este eje, según ellos liderado por La Federación Rusa y la República Popular China. Estos dos países, al frente de los países BRICS, organizando el sur emergente.
Una de las ideas que componen esta propaganda, es que la Federación Rusa, después de Ucrania, no parará hasta Lisboa y de ahí saltar a Estados Unidos, lo que abona al estado de angustia y desorganización de las poblaciones, dispuestas a sumarse a cualquier despropósito.
MADRID, A 31 DE ENERO 2024
SERGIO FARRAS, ADMINISTRADOR PRINCIPAL

